Los alimentos transgénicos

Alimentos transgénicos

Los cultivos transgénicos, obtenidos mediante un procedimiento tecnológico revolucionario, han sido extensamente adoptados por los agricultores de los Estados Unidos, Canadá y Argentina, entre otros países. Hace tan sólo diez años no se los cultivaba comercialmente ni tampoco eran conocidos en el mercado. Hoy, sin embargo, son utilizados prácticamente en todo el mundo para elaborar, procesar y comercializar alimentos, tanto para consumo humano como animal.

Las plantas y animales están compuestos de millones de células. Cada célula tiene un núcleo que contiene el ADN (ácido desoxirribonucleico). El gen está constituido de secuencias de ADN y es el «mapa» de construcción de la célula con características de la herencia y funciones específicas.

Los alimentos transgénicos son aquellos en los que se aplica un proceso artificial que altera este «mapa» de construcción, con las características deseadas. Los alimentos genéticamente modificados son diferentes de las plantas «híbridas», resultado del cruce de una o mas variedades de la misma especie del vegetal. Este proceso toma por lo general varias generaciones de organismos.

Su composición genética es manipulada con el fin de aumentar su poder nutricional o rendimiento, haciéndolos más resistentes a plagas o almacenamientos prolongados, y también para responder mejor a las exigencias del productor o del consumidor. Actualmente existen, comercializados o en proceso avanzado de desarrollo, vegetales modificados para:

  • Que tengan una vida comercial más larga.
  • Resistan condiciones ambientales agresivas, como heladas, sequías y suelos salinos.
  • Resistan plagas de insectos, herbicidas y enfermedades.
  • Tengan mejores cualidades nutritivas.

La mayoría de los productos transgénicos son alimentos, semillas e insumos agrícolas y fármacos desarrollados por un poderoso grupo de empresas multinacionales, encabezadas por la estadounidense Monsanto y la suiza Novartis. Sus principales productos son soja, tomate, papa, tabaco, algodón y maíz resistentes, a herbicidas unos, y a plagas, otros.

Además, se consideran alimentos transgénicos a: alimentos que contienen un ingrediente o aditivo derivado de un organismo sometido a Ingeniería Genética, o alimentos que se han producido utilizando un producto auxiliar para el procesamiento (por ejemplo, enzimas) creado por medio de esta ciencia. Aunque sea menos preciso, resulta habitual referirse a este tipo de sustancias como alimentos transgénicos o alimentos recombinantes.

Los trangénicos a lo largo de la historia

El trabajo con los alimentos modificados genéticamente o transgénicos, es realizado en conjunto por la Biotecnología y la Ingeniería Genética, las cuales buscan unir los adelantos de la técnica a los seres vivientes del planeta.

La biotecnología consiste en la utilización de seres vivos o parte de ellos, para modificar o mejorar animales o plantas o para desarrollar microorganismos. El hombre lleva miles de años utilizando estas prácticas para optimar su alimentación, aunque los métodos actuales han cambiado radicalmente las formas y la eficacia.

La primera vez que se usó algo parecido a lo que hoy se entiende por biotecnología fue para producir bebidas alcohólicas. Los responsables de esta primera gran carrera biotecnológica fueron los babilonios, hacia el año 6.000 a. de C. Y en el año 4.000 a de C., los egipcios recurrieron de nuevo a esta técnica para producir pan y cerveza. Mil años después, en Oriente Medio, se empleó la forma primitiva de la biotecnología para conseguir la fermentación de la leche en forma de queso y de yogurt, logro que franceses y suizos, hoy acreditados maestros queseros, tardaron 4.000 años más en alcanzar; también el vinagre se obtuvo por este medio en Egipto, 400 a de C.

Fue a mediados del siglo XIX, con los trabajos de Pasteur (ver página 32), cuando se sientan las bases de un método sistemático para la modificación de los alimentos, al enunciar éste, en 1857, la teoría biológica de la Fermentación.

Otro hito en la historia de la biotecnología fue el nacimiento de la genética, gracias a los estudios de Mendel (ver página 33), quien, entre 1856 y 1863, realizó ensayos sobre la herencia de caracteres en guisantes, permitiendo, con tales resultados, la obtención de nectarinas, manzanas con sabor a pera y otros productos artificiales que el consumidor acepta sin problemas.

Posteriormente, se inicia un período de trabajo con las sustancias que, en el futuro, se ocuparán para la modificación genética de algunos seres vivos, como son las enzimas, estudiadas por Brüchner (ver página 34), en 1893, mediante la observación de la levadura.

Principiando el siglo XX, 1940 tiene su propia carta de presentación con la producción de penicilina y otros antibióticos, utilizando para ello la manipulación de ciertos microorganismos.

Hacia 1953, J.D. Watson y F.H.C. Crick (ver páginas 35 y 36) proponen que la herencia estaba ligada al hoy casi familiar ácido desoxirribonucleico o ADN, componente fundamental de los cromosomas.

También se descubrió que la información contenida en el ADN está codificada. Y que sus “claves”, comunes a todos los seres vivos, son el “código genético” .

Comenzando la década de los ’70, surge una nueva ciencia, que será la responsable de los próximos trabajos y de los AMGs: la Ingeniería Genética. Se aplicó inicialmente (por su alto costo) en la producción de sustancias con usos farmacéuticos, como la insulina, modificando genéticamente microorganismos. Con los posteriores desarrollos, se obtuvieron también enzimas para uso industrial, como la quimosina recombinante, utilizada, al igual que la obtenida de estómagos de terneros jóvenes (su fuente original, el «cuajo»), para elaborar el queso.

En posteriores estudios, se sintetiza la hormona somatrotopina bovina, al introducir un gen en una bacteria y se logró incorporar con éxito un gen para que remolacha, patata, tabaco, tomate y maíz sinteticen una molécula con toxicidad exclusiva para las larvas de insectos. Otros ensayos modificaban características de las plantas para mejorar su valor nutritivo y aumentar la consistencia (mantener constante la tersura del tomate tras su recolección o reducir los efectos de las heladas sobre algunas plantas) o, incluso, obtener nuevas variedades de flores (petunias de color bronce insertando un gen de maíz o rosas azules introduciendo un gen de petunia).

En 1973, un grupo de eminentes científicos hicieron un llamamiento para establecer una exigencia a ciertas líneas de investigación, dado los riesgos imprevisibles asociados a una posible fuga y proliferación de organismos manipulados mediante Ingeniería Genética en laboratorio.

En 1975, en la conferencia de Asilomar en Estados Unidos, los científicos miembros de la Comisión sobre ADN Recombinante de la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU (presidida por Paul Berg y que incluía a James Watson) hicieron pública una declaración alertando de que “hay grave preocupación por la posibilidad de que algunas de estas moléculas artificiales de ADN recombinante resulten biológicamente peligrosas”. La declaración hacía un llamamiento a los científicos para aplazar de forma voluntaria ciertos experimentos relacionados con moléculas de ADN recombinante.

Posteriormente, a medida que muchos científicos se implicaban cada vez más en el campo de las aplicaciones comerciales de las nuevas tecnologías, y se encontraban más cómodos trabajando con organismos de laboratorio disminuidos genéticamente, el auto-control que la comunidad científica había demandado se fue desvaneciendo.

En los últimos veinte años, ha habido una tremenda expansión de la investigación, comercialización, y pruebas a pequeña escala, y cada vez más también a gran escala, que implican la liberación de alimentos manipulados mediante Ingeniería Genética (AMGs).

Sin embargo, la era de los denominados «alimentos transgénicos» para el consumo humano directo se abrió el 18 de mayo de 1994, cuando la Food and Drug Administration de Estados Unidos, autorizó la comercialización del primer alimento con un gen «extraño», el tomate «Flavr-Savr» (ver página 36), obtenido por la empresa Calgene. A partir de este momento, se han obtenido cerca del centenar de vegetales con genes ajenos insertados, que se encuentran en distintas etapas de su comercialización, desde los que representan ya un porcentaje importante de la producción total en algunos países hasta los que están pendientes de autorización.

Método de obtención

De los millones de células que tiene un ser vivo, cada una, en su núcleo central, forma los cromosomas portadores de genes.

Utilizando una nueva técnica, los investigadores esperan que el ADN extraño, (el que ha sido injertado) penetre en cierta cantidad de células, pasando por el núcleo central, en el lugar adecuado. Uno o dos son suficientes para obtener un organismo genéticamente modificado, pero no se puede predecir en qué lugar quedará exactamente el nuevo injerto. Por lo tanto, el código genético de la célula no es una ciencia exacta, sino experimental, los resultados pueden ser variados o imaginativos.

Las células son luego cultivadas en el patrimonio genéticamente modificado, una bacteria puede producir las hormonas crecientes, que por ejemplo puede originar un clonaje o una nueva variedad de animales, vegetales o seres humanos.

Hasta ahora estas investigaciones están limitadas a laboratorios muy especializados, en países desarrollados y sus costos son muy elevados.

Para obtener un alimentos transgénico existen dos métodos:

– Primer método: utilizando una bacteria a la que los científicos logran convencer para que introduzca en las plantas cualquier gen que a ellos les interese. Esta bacteria, llamada «Agrobacterium tumefaciens», es capaz de introducir en una hortaliza un trozo de su propio ADN; que éste se integre en el ADN de la planta y que los genes así incluidos expresen el carácter deseado en el organismo huésped. Los pasos a seguir en este tipo de procedimiento son los siguientes (ver página 37):

Lo primero es aislar el gen que se va a insertar en la planta y que servirá para aumentar su calidad (el gen puede provenir de otra planta, de una bacteria, de un virus o incluso de un animal. En el ejemplo: de una mariposa).

No se puede introducir un gen desnudo directamente en la planta. En un principio hay que rodearlo de ADN para darle una apariencia similar al del vegetal. El gen se acopla entre un fragmento de ADN de la planta y otro de una bacteria, que ayudará en el proceso.

El nuevo gen se inserta en una bacteria común (E. Coli) que, como cualquier otra bacteria, lleva su material genético dispuesto de forma circular y no como en los cromosomas humanos.

Se añade un gen que hace que la planta sea resistente a un gen común, y que más tarde servirá como una bandera para avisar de que planta ha incorporado el nuevo gen.

Se transfieren los genes a otra bacteria «Agrobacterium tumefaciens» (que los transportará más tarde a la planta), y que, aunque podría afectar a la planta, ha sido modificada para que sea inocua.

Se hacen crecer trozos de la planta en un laboratorio y se mezclan con el «Agrobacterium tumefaciens» La bacteria infecta a algunos de ellos y les transfiere su material genético.

Sólo uno de cada cinco trozos se infecta. Para saber cuál es se les hace crecer en un nutriente que contiene antibióticos. Sólo los que llevan el gen resistente al antibiótico sobreviven, el resto muere. Las que están sanas son las que contienen el gen de la mariposa.

Los nuevos genes se han colocado en la planta de forma aleatoria, por ello algunas crecerán bien y con sabor y otras no. Para saberlo se llevan al invernadero y se ve como crecen evaluando cuidadosamente la dureza, el sabor, el tamaño, etc…

– Segundo método: microbombardeo con partículas. Consiste en que con el ADN que se quiere introducir, se recubren partículas microscópicas de oro o wolframio que bombardean la célula vegetal sin que pierda su viabilidad. El microbombardeo se basa en la aceleración a gran velocidad de partículas como el oro, que incluyen el ADN, y que se hacen impactar contra las células para favorecer su penetración. Por último, los liposomas son vesículas de lípidos que incorporan en su interior el ADN y vehiculizan su entrada en la célula, constituyendo un tercer método de producción de AMGs.

Algunos alimentos de este tipo

Los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria son, por el momento, la soja resistente al herbicida glifosato y el maíz invulnerable al taladro, un insecto. Aunque se emplee en algunos casos la harina, la utilización fundamental del maíz en relación con la alimentación humana es la obtención del almidón, y a partir de éste, de glucosa y fructosa. La soja está destinada a la producción de aceite, lecitina y proteína.

El primer alimento disponible para el consumo producido por Ingeniería Genética fue el tomate «Flavr Savr». Éste había sido modificado para que resistiera más tiempo después de madurar, evitando que produjera una enzima esencial en el proceso de envejecimiento del vegetal en cuestión.

Otro producto importante es la soja transgénica. En este caso, lo que se ha hecho es introducir un gen que la hace resistente al herbicida glifosato. Es conocida con el nombre de «Roundup Ready» y producida por la empresa Monsanto. Contiene un gen bacteriano que codifica el enzima 5-enolpiruvil-shikimato-3-fosfato sintetasa. Ésta participa en la síntesis de los aminoácidos aromáticos, y el propio del vegetal es inhibido por el glifosato; de ahí su acción herbicida. El bacteriano no es inhibido.

El maíz transgénico se ha obtenido para que sea resistente a un insecto, el taladro del maíz, y a un herbicida, el glufosinato. Contiene un gen que codifica una proteína llamada Bacillus thuringiensis, que tiene acción insecticida al ser capaz de unirse a receptores específicos en el tubo digestivo de determinados insectos, interfiriendo con su proceso de alimentación y causando su muerte. La toxina no tienen ningún efecto sobre las personas ni sobre otros vegetales.

También se ha obtenido una colza con un aceite de elevado contenido en ácido laúrico, mediante la inserción del gen que codifica una tioesterasa de cierta especie de laurel.

Además, ya existen varias docenas de plantas más a punto de comercializarse, y en los próximos años su número ascenderá a centenares, puesto que están en desarrollo patatas, frutas, etc., con genes que les confieren resistencia a insectos, heladas, salinidad, etc. Estos productos exigirían un examen minucioso en cuanto a seguridad (toxicidad a corto y largo plazo, alergias) antes de su comercialización. También se desarrollarán bacterias, levaduras, entre otros, utilizables en la fabricación de alimentos (pan, cerveza, yogurt), modificando el genoma de las convencionales, introduciendo el gen de un enzima de otro microorganismo o induciendo la sobre expresión de un gen propio. Es un campo muy prometedor, donde están empezando a obtenerse resultados. También es uno de las áreas en la que hay mayor porcentaje de investigación pública.

No obstante, ya estamos consumiendo alimentos transgénicos sin saberlo, ya que están contenidos en otros productos fabricados con derivados de vegetales modificados, como lecitina proveniente de soja obtenida mediante este proceso.

Es posible que haya AMGs en:

– Carnes: salchichas, medallones, supremas, rebozados o bocaditos de pollo, hamburguesas, milanesas, patés…

– Pastas: fideos , capeletis, ñoquis, pizzas de mozzarela, ravioles…

– Cereales: arroz y cereales para el desayuno

– Golosinas: galletitas, alfajores, bocaditos, bombones, bizcochos, caramelos, chupetines, chocolates, obleas, turrones…

– Panadería: panes lactales, magdalenas, budines, bizcochuelos, tostadas, galletitas de agua o saladas, pan de salvado…

– Otros: Leches y chocolates en polvo, chocolates líquidas, milanesas de soja, sopas, helados, productos de repostería, jugos cerveza, empanadas preelaboradas, margarinas, mayonesas, papas fritas.

Por tal motivo es necesario que se etiqueten de manera especial los alimentos modificados, para que el consumidor sepa qué está comprando.

Marcas que comercian con estos productos

A pesar de la incertidumbre que aún existe con respecto a los alimentos transgénicos, hay marcas comerciales de la industria de la alimentación que ya mercantilizan con ellos, dado que sus productos contienen ingredientes, como el maíz, la soja o sus derivados, susceptibles de proceder de cultivos modificados genéticamente.

Algunas de estas marcas son:

  • APIS
  • ARTIACH
  • BIMBO
  • CALVÉ
  • CAMPBELL´S
  • CENTRAL LECHERA ASTURIANA
  • CRACKER
  • CUÉTARA
  • DANONE
  • EL CASERÍO
  • FLORA
  • FONTANEDA
  • GALLINA BLANCA
  • GULLON
  • KNORR
  • KRAFT
  • LA BELLA FASO
  • LA COCINERA
  • LA PIARA
  • LU
  • MAGGI
  • MAIZENA
  • MARTÍNEZ
  • MEXI-FOODS ESPAÑA
  • NABISCO
  • NESTLÉ
  • NOCILLA
  • NUTREXPA
  • OREO
  • ORLANDO
  • PANRICO
  • PASCUAL
  • PESCANOVA
  • PRESIDENT
  • PRIMA
  • PURINA
  • RECONDO
  • RÍO
  • STARLUX
  • THAI/YEO´S/BLUE DRAGON
  • TULIPÁN
  • UNILEVER
  • VALOR
  • YBARRA

Como podemos apreciar, la mayoría son marcas europeas que llegan a nuestro país, y se consumen con total confianza.

La siguiente lista, por el contrario, corresponde a organismos que aseguran no utilizan productos de esta naturaleza en su producción. También encontramos marcas familiares a nuestros supermercados.

  • ARIAS
  • BONDUELLE
  • CAMPOFRÍO
  • CANTALOU
  • CANTÚ
  • CASA TARRADELLAS
  • CHAPPI
  • CIDACOS
  • DULCESOL
  • ELGORRIAGA
  • FRISKIES (1)
  • FRUDESA
  • GIGANTE VERDE
  • GOYA
  • HEINZ
  • HERO
  • IMPORTACIONES CUESTA
  • KELLOGG´S
  • KITEKAT
  • M&Ms
  • MAN FONG
  • MARS
  • MASECA
  • NOMEN
  • OLD EL PASO
  • ORTIZ
  • PEDIGREE
  • RENY PICOT
  • TWIX
  • UNCLE BEN’S
  • WHISKAS

(1) Friskies ha certificado que sus productos no contienen transgénicos o derivados, sin embargo en la lista de ingredientes del etiquetado de alguno de sus productos, como por ejemplo en la comida para gatos, se especifica claramente que contiene proteína de soja modificada «por moderna biotecnología».

Peligros y riesgos de los transgénicos

Si bien muchos especialistas consideran que el alimento transgénico ofrece múltiples beneficios para la humanidad, la mayoría de las organizaciones ecologistas del mundo cuestionan su eficacia y le atribuyen a los trasngénicos múltiples riesgos para la salud. Algunos riesgos son:

Resistencia a los antibióticos

Un método común en la ingeniería genética aplicado a la creación de transgénicos lo constituye la introducción de genes que determinan cierta resistencia a los antibióticos denominados marcadores. Se utilizan con el fin de verificar que el el gen de interés efectivamente haya sido incorporado en el organismo huesped. Este es el caso del maíz transgénico que posee un gen resistente a la ampicilina por lo que una sola mutación de este inducirá una resistencia a los antibióticos del grupo de las cefaloporinas según el Dr. Salvador Bergel.

Recombinación de virus y bacterias dando origen a nuevas enfermedades

La abundante utilización de bacterias, virus y plásmidos en la creación de gmos (los cuales tienen un alto potencial recombinatorio) ha dado como resultado la creación de nuevas cepas patógenas de enfermedades existentes (más resistentes) o de nuevas enfermedades, según el Dr. Terje Traavik.

Mayor nivel de residuos tóxicos en los alimentos

Al ser resistente a los agroquímicos, los mismos son utilizados en grandes cantidades. Es el caso de la soja transgénica RR (Round Up) resistente al herbicida glifosato. Esta soja, que tiene genes de bacteria insertado en su estructura genética, resiste hasta tres veces más glifosato sin destruirse y, en el momento de cosecharse, los porotos de esta leguminosa contendrían cantidades 200 veces mayor de glifosato que las convencionales.

Generación de alergias

La mayoría de los alimentos transgénicos contendrán proteínas para las cuales no se tienen métodos seguros para determinar si poseen o no capacidad alergénica. Las propiedades alergénicas pueden ser, a través de la ingeniería genética, trasferida de un alimento alergénico a otro que no lo es. En el año 1999 el York Nutrition Lab. de Inglaterra incluyó por primera vez la soja entre los diez posibles alergénicos en la alimentación humana y los casos de alergias subieron 50% en los años en que se introdujo la soja transgénica en el país(coincidiendo con la masificación del uso de soja genéticamente modificada en los últimos tiempos).

Efectos secundarios de fármacos transgénicos

La incertidumbre sobre la inocuidad de los transgénicos utilizados en medicina queda en evidencia en este caso: En mayo de 1999, la Asociación Diabética Británica, dio a conocer un informe realizado en el año 1993, donde unos 15.000 miembros de dicha asociación (el 10%) denunciaron diferentes grados de molestias físicas desde que usaron la insulina transgénica. Los cambios reportados iban desde que no hacía efecto o efectos secundarios ligeros como mareos y dolores de cabeza hasta casos muy graves como la ausencia de síntomas en presencia de hipoglicemia y de entrada a coma diabético.

Efectos desconocidos y no previsibles, incluso mortales

Al hacer una modificación genética existe un elevado nivel de incertidumbre y falta de seguridad porque las técnicas utilizadas no son precisas. Según la Dra. Mae-Wan Ho de la Open University en Inglaterra, el nivel de impresición no permite, por ejemplo, controlar la ubicación del nuevo gen en la cadena cromosómica o de sus «restos» pudiendo quedar fuera o dentro del núcleo recombinandose con imprevisibles consecuencias. Un ejemplo de esto lo constituye el triptófano transgénico: el triptófano es un suplemento alimentario de venta común en su versión no transgénica. La empresa japonesa Showa Denko produjo triptófano transgénico con una bacteria y lo envió masivamente al mercado al no advertir diferencias con la versión no transgénica y habiendo pasado todos los controles de las agencias estadounidenses: murieron 37 personas y 1500 quedaron con graves secuelas permanentes por ingerir triptófano transgénico: se había creado una molécula tóxica y nadie supo como sucedió eso.

Peigros para el medio ambiente

Transferencia de la propiedad transgénica a cultivos nativos, criollos o plantas silvestres emparentadas: a través de la polinización cruzada (por el viento o los insectos polinizadores) cruzándose entre sí y convirtiendo a cultivos convencionales en transgénicos.

Transferencia horizontal: es el intercambio de información (material) genética entre especies no relacionadas entre sí. Este es un fenómeno que se da a nivel vegetal de forma natural y se ha detectado que también se produce de especies transgénicas a otras no transgénicas, incluso bacterias y virus del suelo.

Muerte de insectos no objeto: Los cultivos transgénicos Bt fueron modificados con los genes de la toxina de la bacteria Bacillus Thuringiensis para provocar en ellos resistencia a los lepidópteros. El polen de estos cultivos -maíz, por ejemplo-, puede matar a las orugas de otras especies (como la mariposa monarca) como lo demostró la Universidad de Cornell en 1999 y reducen la abundancia de heterópteros, abejas, aves y carábidos depredadores.

Generación de resistencia: El uso masivo de la toxina Bt, de glifosato y otros herbicidas está generando resistencia en las plagas de insectos y malezas que se propone combatir. Ya se han encontrado poblaciones de orugas resistentes al Bt y «supermalezas»: tal es el caso del ryegrass y del ballico annual, una de las malezas más comunes en Australia.

Mayor contaminación química: Por ser genéticamente resistente a los pesticidas, los cultivos transgénicos (ej.: la soja resistente al herbicida glifosato) son fumigados con cantidades hasta tres veces mayores que en los cultivos convencionales y, al crear resitencia en plagas, obliga a los agricultores a combinarlo con agroquímicos mucho más tóxicos.

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